viernes, 31 de agosto de 2012

Sólo como guerreros

Sólo como guerrero puede uno soportar el camino del conocimiento. Un guerrero no puede quejarse ni lamentar nada. Su vida es un desafío interminable, y no hay modo de que los desafíos sean buenos o malos. Los desafíos son simplemente desafíos.



Carlos Castaneda. Relatos de Poder.

Expansionismo Japones


http://www.youtube.com/watch?v=jK3TpsvvxGk

Industrialización de Japón.


El reto de industrializar Japón fue percibido por las nuevas elites políticas del país como un imperativo geopolítico. China, largamente considerada como punto de referencia en la historia japonesa, había perdido las guerras del opio como consecuencia de la superioridad industrial militar de Gran Bretaña, y el resultado había sido, además de una humillación geopolítica, el descenso del país a un estatus semicolonial.

Si, en momentos previos de la historia japonesa, China había marcado el camino a seguir, en torno a 1868 China representaba el destino a evitar. La presión de las potencias occidentales para que Japón se abriera al exterior iba haciéndose cada vez más fuerte. ¿Qué camino tomar? ¿Una versión japonesa de las guerras del opio: un vano intento por oponer fanatismo nacionalista a una tecnología occidental más avanzada? ¿O, mejor, fomentar un proceso de industrialización que, con el tiempo, permitiera a Japón convertirse en un primer actor en la escena internacional?

El nuevo lema mostraba a las claras la opción por la segunda de estas posibilidades: “enriquecer el país, fortalecer el ejército”.

La estrategia japonesa de industrialización se basó en una política económica en la que predominó el elemento de coordinación y facilitación por encima del elemento de mandato y control, al menos durante el periodo que va desde 1868 hasta el ascenso de un militarismo intervencionista en la década de 1930. Las reformas Meiji se desarrollaron en cuatro áreas estratégicas: marco institucional, promoción industrial, sector agrario y sistema fiscal.

Lo primero era abolir el marco institucional premoderno de la era Tokugawa. Los dominios dejaron de ser las unidades político administrativas en que se organizaba el país: pasaron a serlo prefecturas básicamente similares a las modernas provincias o regiones europeas. En otras palabras, la capacidad de las elites agrarias para absorber excedente dependería ahora de su capacidad para obtener rentas o beneficios en la agricultura (o, si lo deseaban, en otros sectores), pero dejaba de estar ligada a su posición como estamento privilegiado con funciones administrativas.

Por otro lado, se estableció la plena libertad de ocupación y residencia, al tiempo que la libertad de mercado se vio reforzada por la abolición de los gremios. Básicamente, Japón emprendió un proceso de liberalización a gran escala, no ya en el mercado de productos, sino muy especialmente en el mercado de factores, otorgando una mayor libertad económica a los trabajadores, empresarios y terratenientes para decidir sobre los usos de sus factores productivos (mano de obra, capital y tierra).

Este nuevo marco institucional se consideraba adecuado para fomentar el desarrollo económico y, muy especialmente, para impulsar el proceso de industrialización del que tanto dependía la suerte geopolítica del país. La política Meiji de promoción industrial fue inicialmente una política de promoción directa: creación de empresas públicas en sectores considerados estratégicos, como la construcción naval, la minería, la industria textil… Pero, a pesar del esfuerzo realizado por los gobernantes Meiji para que funcionaran con la tecnología más avanzada, estas empresas resultaron un fiasco, en parte (y como en otros casos históricos de promoción industrial directa) debido a sus altos costes de gestión y a sus problemas para encajar en los patrones prevalecientes de demanda.

En la década de 1880, casi veinte años después de la restauración Meiji, la economía japonesa seguía creciendo básicamente gracias a la misma revolución industriosa (la combinación de los mismos progresos modestos) que venía alimentando su crecimiento desde comienzos de siglo. ¿Había fracasado el intento de impulsar una revolución industrial?

Se abrió entonces una segunda etapa, mucho más fructífera, de promoción industrial. El gobierno pasó a desarrollar una amplia gama de acciones cuyo fin era promover la industrialización de manera indirecta. El asunto clave era conseguir que la tecnología occidental, más avanzada, pudiera servir de base para un proceso de industrialización liderado por empresas japonesas. Lo primero era contribuir a la formación de un tejido empresarial capaz de enfrentarse al desafío. En la década de 1880, el gobierno comenzó a vender a precio de saldo la mayor parte de sus empresas públicas, y de aquí surgieron algunos de los grandes conglomerados industriales que en lo sucesivo (y hasta el día de hoy) marcarían la historia económica japonesa. Estos grandes conglomerados, los zaibatsu, se expandieron a lo largo de todo el periodo Meiji y hasta la Segunda Guerra Mundial y proporcionan una de las principales corroboraciones históricas de la idea de Schumpeter de que las grandes empresas operando en régimen de competencia imperfecta (o incluso de monopolio) pueden generar un dinamismo tecnológico superior al de las pequeñas empresas que viven en el mundo de la competencia perfecta.

Los zaibatsu desempeñarían el crucial papel de impulsar las exportaciones japonesas de productos industriales, aprovechando los bajos salarios de Japón en relación a Europa occidental o Estados Unidos. Para ello, se apoyaron inicialmente en una política gubernamental de protección a la industria naciente y sustitución de importaciones. Sobre la base de este apoyo inicial, que también incluía la concesión de créditos blandos a sectores industriales considerados estratégicos, la economía japonesa fue escalando posiciones en la jerarquía de actividades de la economía mundial: de ser inicialmente una economía exportadora de productos primarios (como la seda) e importadora de tecnología y maquinaria extranjeras, Japón pasó a ser una exportadora de productos industriales.

Esto generó externalidades positivas sobre el tejido productivo japonés, en particular la posibilidad de aprovechar en mayor medida economías de escala e introducir a su capital físico y humano en la senda de los rendimientos crecientes.

Pero son demasiados los países del Tercer Mundo que, a lo largo del siglo XX, han intentado hacer esto mismo con resultados decepcionantes.

Son demasiados los países que han levantado barreras arancelarias y han otorgado subvenciones a sus empresarios industriales “estratégicos” para finalmente encontrarse con un tejido empresarial adormecido, unos desequilibrios macroeconómicos preocupantes, una cohesión social menguante y, en breve, unos resultados de desarrollo muy por debajo de las expectativas. El Japón Meiji evitó este destino porque sus gobernantes combinaron la política comercial con otras políticas de coordinación y facilitación que buscaban impulsar la difusión tecnológica, el dinamismo empresarial y la cohesión social. La incorporación de tecnología extranjera requería una inversión extra en capital humano, y los gobiernos Meiji destacaron por su relevante esfuerzo en esta materia: haciendo la educación primaria obligatoria, impulsando la educación en niveles posteriores, enviando temporalmente a los mejores estudiantes del país a ampliar sus conocimientos en el extranjero…

Esto contribuyó a la cohesión social del país y mejoró la cualificación de la mano de obra empleada en las empresas, evitando que la falta de formación actuara como cuello de botella en el proceso de asimilación de tecnología extranjera. A estas inversiones en capital humano se unieron posteriormente cuantiosas inversiones en infraestructuras de transporte e infraestructuras urbanas. 

Fuente: Collantes, Fernándo. El milagro japonés y el desarrollo del Lejano Oriente.

martes, 28 de agosto de 2012

Malos hábitos



... Hay tres clases de malos hábitos que usamos una y otra vez al enfrentarnos con situaciones fuera de lo común en esta vida. Primero: podemos no hacer caso de lo que está ocurriendo o ha ocurrido y, sentir como si nunca hubiera pasado. Ése es el camino del santurrón. Segundo: podemos aceptar todo tal y como se presenta y sentir como si supiéramos qué es lo que está pasando. Ése es el camino de los devotos. Tercero: podemos obsesionarnos con un suceso porque no podemos descartarlo o porque no podemos aceptarlo de todo corazón. Ése es el camino del tonto. ¿Tu camino? Hay un cuarto camino, el correcto, el camino del guerrero. Un guerrero actúa como si nunca hubiera pasado nada, porque no cree en nada, pero acepta todo tal y como se presenta. Acepta sin aceptar y descarta sin descartar. Nunca siente como si supiera, ni tampoco siente como si nada hubiera pasado. Actúa como si tuviera el control, aunque este temblando de miedo. Actuar de esa forma disipa la obsesión.


Carlos Castaneda. Relatos de Poder.

miércoles, 22 de agosto de 2012

El dictamen del tribunal

Dentro de unos días, el tribunal electoral dictaminará acerca de la solicitud de la izquierda mexicana acerca de la anulación de la elección presidencial. Al respecto los líderes de los partidos políticos de la coalición, el día de ayer, realizaron comentarios, mencionando que se podría tener un estallido social (http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/c0239f2e49c89f05b5f7ed557dd1d081).

Con referencia a lo anterior, quiero comentar que es una contradicción lo que dice y lo que hace, en este caso, el PRD. Por ejemplo, están por elegir a los líderes de ambas cámaras -diputados y senadores-, ya han comentado que van a apoyar al PAN en los puntos semejantes dentro de la cámara. Se han aceptado la segunda fuerza en el Congreso. Dichos comentarios validan los resultados de las elecciones, y dan lugar a las instituciones, sin embargo, con respecto a la elección presidencial, es todo lo contrario.

Quieren invalidar una elección, con una diferencia de votos de más de tres millones, con unos chivos, patos y borregos. Me parece incongruente.


Asimismo, la próxima semana también  el tribunal dictaminará el resultado de la elección en cuestión, el cual, se espera que se le entregue la constancia al candidato del PRI.

Independiente de quien haya ganado y la forma que obtuvo esa diferencia comentada anteriormente, es importante darle seguimiento al nuevo presidente, ya que tiene un plazo, marcado en el artículo 26 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, de entregar su Plan Nacional de Desarrollo, el cual va a ser la base de su administración.

Es importante analizar dicho Plan, eso es labor de las universidades, académicos y estudiantes, para ver su posible impacto en el desarrollo y crecimiento del país.



La rebelión de los boxers

Los bóxers formaban parte de una sociedad secreta de chinos, que se hacían llamar los Yi-heTuan (puños honrados y armoniosos). Los occidentales los conocían como bóxers, debido a sus rituales de artes marciales, boxeo y esgrima, que según los mismos chinos, creían las hacían invulnerables a las balas. Dicha organización era xenofóbica.




Lo que pretendían era sacar o expulsar a los misioneros cristianos y a los extranjeros de China, los cuales controlaban el país. Los misioneros construían templos sin respeto por las creencias regionales. Con respecto a los extranjeros en general, Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Alemania, Japón y Rusia imponían sus intereses, ocupaban puertos y se repartían zonas de influencia.

La xenofobia se alimentaba del odio que tenía la sociedad china en contra de las intervenciones extranjeras, desde las guerras del opio, la intervención japonesa de 1894, la ocupación alemana de 1897, los elevados impuestos y, derivado de lo anterior, la hambruna que mató al 20% de la población (6 millones de personas).

La Corte Real, comandada por la emperatriz viuda Ci Xi, apoyaba, en forma clandestina, a la rebelión, con el objeto de fortalecer su poder interno; muchos gobernadores provinciales hicieron lo mismo; asimismo, contaban entre sus filas con soldados imperiales. Por tal razón, los bóxers destruyeron  medios de comunicación, como el telégrafo, líneas de ferrocarril y mataron a 231 extranjeros y a milllares de chinos cristianos.

Los boxers atacaron a las embajadas extranjeras, matando el 20 de junio de 1900, al embajador de Alemania en ese país. Derivado de dicho asesinato, las potencias extranjeras le declararon la guerra a China.

Las potencias conformaron un ejército de 20,00 hombres, los que entraron a Pekín, el 14 de agosto del mismo año. Sofocaron la rebelión y saquearon la ciudad, castigando a la población civil de dicha rebelión.

El final de la rebelión se produjo el 7 de septiembre de 1901, cuando la Dinastía Manchú aceptó la firma del un nuevo tratado, el cual se le conoció como "Protocolo Bóxer", siendo desfavorable para China. Dicho protocolo contenía lo siguiente:





  • Indemnizaciones y penas de muerte, por decapitación, para los miembros de la comunidad.
  • Las tropas extranjeras dejaron guarniciones desde Pekín hasta el mar.
  • El servicio civil chino se suspendió por cinco años.
  • El Reino Unido y Alemania aumentaron sus posesiones en China.



La indemnización consumí al mitad del PIB, perjudicando su situación económica, lo cual produjo el fin de la dinastía Manchú e iniciando así, en 1911, la República China.



sábado, 18 de agosto de 2012

Imperialismo, fase superior del capitalismo

Los siguientes textos son copiados del libro: "El imperialismo, fase superior del capitalismo" de Lenin.


"En este folleto, se prueba que la guerra de 1914-1918 ha sido, por ambas pares, una guerra imperialista (esto es, una guerra de conquista, de bandidaje y de rapiña), una guerra por el reparto del mundo, por la distribución y redistribución de las colonias, de las esferas de influencia, del capital financiero, etc ...".


"... Así pues, el resumen de la historia de los monopolios es el siguiente: 1) Décadas del 60 y 70 (1800), punto culminante de desarrollo de la libre competencia. Los monopolios no constituyen más que gérmenes apenas perceptibles. 2) Después de la crisis de 1873, largo periodo de desarrollo de los cárteles, los cuales sólo constituyen todavía una excepción, no son aún sólidos, aún representan un fenómeno pasajero. 3) Auge de fines del siglo XIX y crisis de 1900 a 1903: los cárteles se convierten en una de las bases de toda la vida económica. El capitalismo se ha transformado en imperialismo ...".

"... Concentración de la producción: monopolios que se derivan de la misma; fusión o engarce de los bancos con la industria; tal es la historia de la aparición del capital financiero y lo que dicho concepto encierra ...".

"... Para Inglaterra, el periodo de intensificación inmensa de las conquistas coloniales corresponde a los años 60 - 80, y es muy considerable durante los últimos veinte años del siglo XIX. Para Francia y Alemania corresponde justamente a estos veinte años. Hemos visto antes que el periodo del desarrollo máximo del capitalismo pre monopolista, el capitalismo en el que predomina la libre competencia, se extiende de 1860 a 1870. Ahora vemos que es justamente después de este periodo cuando empieza el auge inmenso de las conquistas coloniales, se exarceba hasta un grado extraordinario la lucha por el reparto territorial del mundo ... Se ve claramente cómo a fines del siglo XIX y en los albores del siglo XX se hallaba ya terminado el reparto del mundo. Las posesiones gigantescas después de 1876: en más del 50% de 40 a 65 millones de kilómetros cuadrados, para las seis potencias más importantes... Tres potencias no poseían en 1876 colonias, y la cuarta, Francia, casi no las tenía. Para 1914, esas cuatro potencias habían adquirido colonias con una superficie de 14.1 millones de kilómetros cuadrados, es decir, el 50% aproximadamente más que la superficie de Europa, con una población de casi 100 millones de habitantes...".


Fuente: El imperialismo, fase superior del capitalismo. Lenin. Ed. Progreso.

sábado, 11 de agosto de 2012

El dilema de la izquierda mexicana

Se realizaron elecciones en México, en donde se eligió al presidente de la República, a gobernadores de algunos estados, como Tabasco, Morelos, Jalisco y del gobierno del Distrito Federal, así como a diputados y senadores federales. El partido de la revolución democrática (PRD) ganó en Morelos, Tabasco y el gobierno del DF, así como se convirtió en la segunda fuerza dentro del Congreso de la Unión. Sin embargo, su candidato a la presidencia de la República, perdió nuevamente las elecciones.


Andres Manuel López Obrador, quien fue el candidato de la izquierda mexicana, ha impugnado las elecciones presidenciales, sin embargo, y por causas obvias no ha impugnado las elecciones locales en donde su partido o coalición ganó. 


Empero, para el partido más grande de la izquierda mexicana, el PRD, la situación se ha vuelto incómoda, ya que, varios de sus miembros han enviado señales de que prefieren trabajar y llegar acuerdos con el nuevo gobierno federal, y dejar las elecciones federales en paz, mientras el sector duro y radical del mismo partido busca continuar con la impugnación, buscando la cancelación de las mismas elecciones.


El dilema es, a ojos de este bloguero es el buscar ser un partido de izquierda moderna, abierto al diálogo, a los acuerdos, respetando las instituciones y el voto popular o ser una izquierda radical, con tintes fascistas que buscan la imposición y el control.

La colonización de la India


La India fue la pieza clave del imperialismo británico. Su dominio se remonta al siglo XVIII cuando la East Indian Company se encargaba de la explotación y administración   del territorio (1777). 




Con sus 5 millones de kilómetros cuadrados y una población cercana a los 300 millones de habitantes constituía un mercado muy importante para los productos británicos. Suministraba a Gran Bretaña materias primas (especialmente algodón; aunque también era importante el té, yute y aceite). 


La llegada de los europeos inició a una etapa crucial en la historia de la India. En 1687, la Compañía de las Indias Orientales británica se instaló en Bombay y durante todo el siglo XVIII su ejército particular libró la guerra contra los franceses, a quienes derrotó en 1784. A partir de 1798 las tropas de la Compañía, comandadas por Richard Wellesley, emprendieron la conquista metódica del territorio indio.

Los británicos gobernaron la India a través de la Compañía de las Indias Orientales. El territorio hindú se convirtió en "la joya de la Corona británica" y su explotación posibilitó el desarrollo de la naciente Revolución Industrial, al proveer a la industria británica de materias primas baratas, de capital y de un amplio mercado cautivo. La economía india fue desmantelada. Se suprimió la exportación de telas de excelente calidad, realizadas de modo artesanal y doméstico, que eran un obstáculo para la expansión de la industria textil inglesa. La ruina de esta industria trajo aparejado el empobrecimiento masivo de los campesinos. La tierra fue reorganizada bajo el cruel sistema Zamindari para facilitar el cobro de impuestos que enriquecían las arcas británicas. Los campesinos fueron obligados a cambiar su agricultura tradicional por una de productos de exportación (índigo, yute, café y té). Esto trajo como resultado severas hambrunas.


Hacia 1820 Gran Bretaña controlaba casi toda India, excepto Punjab, Cachemira y Peshawar, gobernado por su aliado, el sikh Ranjit Singh. Los británicos anexaron esos territorios en 1849, después de la muerte de Singh. Los «aliados leales» mantuvieron una autonomía nominal, que les permitía conservar sus cortes, palacios y privilegios, para satisfacción de los visitantes europeos.

La consigna colonialista era «dividir para reinar»: se enviaban mercenarios de una región para someter a otra (como fue el caso de los gurkas nepaleses o los sikh de Punjab). También se utilizaron las diferencias religiosas; por ejemplo a principios del siglo XX, una reforma electoral estableció que los musulmanes, hindúes y budistas podían votar solamente a candidatos de su misma religión. Durante el período colonial, esta manipulación generó innumerables explosiones sociales.

La más importante fue la llamada rebelión de los cipayos (soldados indios al servicio de Inglaterra) de 1857-1858, que comenzó como una protesta en los cuarteles que luego incorporó otras reivindicaciones, y se convirtió en una protesta de todo el país. Hindúes y musulmanes se unieron y llegaron inclusive a proponerse la restauración del Imperio del Gran Mogol. Al fin de la rebelión se disolvió la Compañía de las Indias Orientales y el país se convirtió en dominio británico gobernado por un virrey. La reina Victoria incorporó el título de Emperatriz de la India.

Sin embargo el nacionalismo hindú resucita. En 1885 nace un partido nacionalista: el Partido del Congreso, dirigido por intelectuales hindúes formados en universidades anglosajonas y que se orientó hacia posiciones moderadas: la conversión de la India en un dominio similar a Canadá. Pero Gran Bretaña se negó sistemáticamente a conceder la autonomía a un territorio vital para la economía inglesa.


Derivado de lo anterior, se realizan grandes movilizaciones sociales contra la colonización y la presencia británica en la región. Estos movimientos masivos y pacíficos de descontento fueron organizados por un hombre, quien es considerado el padre de la India. Gandhi, el mahatma (alma grande o alma noble) , título que le fue atribuido por el pueblo hindú.




martes, 7 de agosto de 2012

Globalización


La globalización ha incitado uno de los debates más apasionados de la última década, ha sido tema de innumerables libros y causa de grandes manifestaciones en Europa y América del Norte. Los críticos han planteado que el proceso ha propiciado la explotación de los habitantes de los países en desarrollo, ha ocasionado grandes alteraciones en su forma de vida y en cambio ha aportado pocos beneficios, mientras los defensores apuntan a la considerable reducción de la pobreza alcanzada en países que han optado por integrarse a la economía mundial, como China, Vietnam, India y Uganda.


Asombrosamente, tratándose de un término de uso tan extendido como la globalización, al parecer no existe una definición exacta y ampliamente aceptada. De hecho, la variedad de significados que se le atribuye parece ir en aumento, en lugar de disminuir con el paso del tiempo, ad queriendo connotaciones culturales, políticas y de otros tipos además de la económica. Sin embargo, el significado más común o medular de globalización económica, se relaciona con el hecho de que en los últimos años una parte de la actividad económica del mundo que aumenta en forma vertiginosa parece estar teniendo lugar entre personas que viven en países diferentes (en lugar de en el mismo país). Este incremento de las actividades económicas transfronterizas adopta diversas formas:


  • Comercio internacional: Una parte cada vez mayor de los gastos dedicados a bienes y servicios se consagra a importaciones de otros países, y una porción creciente de la producción de los países se vende a extranjeros en calidad de exportación. En los países ricos o desarrollados, la proporción del comercio internacional respecto del producto total (exportaciones más importaciones de mercancías en relación con el PIB) aumentó de 32,9% a 37,9% entre 1990 y 2001. En los países en desarrollo (países de ingresos bajos y medianos), la proporción aumentó de 33,8% a 48,9% en ese mismo período. (Tomado de: Indicadores de Desarrollo Mundial 2003 del Banco Mundial).
  • Inversión Extranjera Directa (IED). En el último decenio han ido aumentando gradualmente las inversiones que empresas radicadas en un país hacen para establecerse y operar negocios en otros países. En las últimas dos décadas, con el aumento en la apertura, los flujos globales de inversión extranjera directa se han duplicado con creces respecto del producto interno bruto. Los flujos aumentaron en los años 1990, de US$324 mil millones en 1995 a US$ 1,5 billones en 2000. Sin embargo, en el último tiempo los niveles de inversión fluctuaron considerablemente de acuerdo con el clima económico y político prevaleciente. La desaceleración económica mundial ha reducido los flujos financieros en los últimos dos años, en contra de la prolongada tendencia de aumentos; y en algunas regiones, la inestabilidad política y económica ha agravado los problemas. Los flujos de capital en América Latina cayeron desde un máximo de US$126 mil millones en 1998 hasta $72 mil millones en 2001, lo cual refleja problemas regionales e incertidumbre global. Los flujos de IED hacia Argentina disminuyeron de US$24 mil millones en 1999 a US$3 mil millones en 2001. Pero la IED ha seguido fuerte en Asia Oriental y el Pacífico, así como en Europa y Asia Central. Los países en desarrollo recibieron aproximadamente la cuarta parte de los flujos de IED en 2001 como promedio, si bien la proporción fluctuó bastante de un año a otro. Actualmente, esta es la principal forma de afluencia de capital privado hacia los países en desarrollo.
  • Flujos del mercado de capitales. En el transcurso del pasado decenio, los ahorristas de muchos países (especialmente del mundo desarrollado) han diversificado cada vez más sus carteras con activos financieros extranjeros (bonos, acciones y préstamos del exterior), mientras que los prestatarios buscan progresivamente fuentes de financiamiento foráneas, además de las nacionales. Si bien este tipo de flujo hacia los países en desarrollo también aumentó abruptamente en los años 1990, ha sido mucho más volátil que los flujos comerciales o de IED, y asimismo se han limitado a un grupo reducido de países de “mercados emergentes”. 







En primer lugar, para hablar de globalización resulta crucial definir cuidadosamente las distintas formas que ésta adopta. Comercio internacional, inversión extranjera directa (IED), y flujos del mercado de capitales plantean cuestiones distintas y tienen consecuencias diferentes: beneficios potenciales por un lado, y costos y riesgos por el otro, los cuales demandan valoraciones y respuestas diferentes. En general, el Banco Mundial privilegia una mayor apertura de comercio y de IED porque los datos indican que los beneficios en materia de desarrollo económico y reducción de la pobreza tienden a ser relativamente mayores que los costos o riesgos potenciales (aunque también se preste atención a las políticas específicas para mitigar o atenuar costos y riesgos).


El Banco es más cauteloso respecto de la liberalización de otros flujos financieros o de mercado de capitales, cuya alta volatilidad puede fomentar en ocasiones ciclos de auge y depresión, y crisis financieras con grandes costos económicos, como sucedió durante las crisis de los mercados emergentes del Este Asiático y en alguna otra parte en 1997-98. Aquí debe ponerse más énfasis en la creación de instituciones y políticas nacionales de apoyo que reduzcan los riesgos de las crisis financieras, antes de emprender una apertura de cuentas de capital ordenada y cuidadosamente escalonada.


En segundo lugar, el grado de participación de los distintos países en la globalización también dista de ser uniforme. Para muchos de los países más pobres y menos desarrollados, el problema no radica en que la globalización los haga más pobres, sino en la amenaza de ser excluidos de ella. En 1997, la mínima participación de estos países en el comercio mundial, con una cifra que asciende al 0,4%, correspondió a la mitad de su participación en 1980. La tasa de crecimiento de estos países también está muy por debajo de las que disfrutan los países en desarrollo más globalizados. Durante la década de los noventa, los países menos globalizados presentaron como promedio tasas de crecimiento negativas, mientras que los países en desarrollo más globalizados aumentaron su tasa de crecimiento per cápita de 1% en los sesenta a 3% en los setenta, hasta 4% en los ochenta y 5% en los noventa. Por otra parte, el acceso de los primeros a la inversión extranjera privada sigue siendo insignificante. Lejos de condenar a estos países al aislamiento y la pobreza continua, la tarea urgente de la comunidad internacional es ayudarlos a integrarse aún más en la economía mundial, brindándoles asistencia para ayudarles a crear instituciones y políticas de apoyo, así como para continuar ampliando su acceso a los mercados internacionales.


En tercer lugar, es importante tener presente que la globalización económica no es una tendencia totalmente nueva. De hecho, y en un nivel primario, ha formado parte de la historia humana desde tiempos remotos, cuando poblaciones muy dispersas se involucraron gradualmente en relaciones económicas más amplias y complejas. En la era moderna, la globalización disfrutó de un florecimiento temprano hacia finales del siglo XIX, principalmente entre los países que hoy son desarrollados o ricos. En muchos de estos países, los flujos comerciales y del mercado de capitales en relación con el PIB se acercaban o superaban a los de años recientes. Ese temprano despuntar de la globalización se revirtió en la primera mitad del siglo XX, época de creciente proteccionismo en un contexto de amargas luchas nacionales y de poderío, guerras mundiales, revoluciones, auge de ideologías autoritarias y gran inestabilidad económica y política.


En los últimos cincuenta años, el curso de los acontecimientos ha cambiado nuevamente favoreciendo una mayor globalización. Las relaciones internacionales se han calmado (al menos en comparación con la mitad de siglo anterior) debido al respaldo de la creación y consolidación del sistema de Naciones Unidas como medio de resolver pacíficamente las diferencias políticas entre los Estados, y de instituciones como el GATT (actual OMC), que proporcionan un marco reglamentario para que los países manejen sus políticas comerciales. El fin del colonialismo sumó innumerables nuevos actores a la palestra mundial, a la vez que eliminó una mancha vergonzosa asociada al temprano episodio de globalización del siglo XIX. La Ronda Uruguay del GATT de 1994 presenció por primera vez la participación de los países en desarrollo en una amplia gama de temas de comercio internacional multilateral.


El ritmo de la integración económica internacional se aceleró en la década de los ochenta y los noventa, cuando en todas partes los gobiernos redujeron las barreras políticas que obstaculizaban el comercio y la inversión internacional. La apertura al mundo exterior forma parte de un cambio más generalizado hacia una mayor confianza en los mercados y la empresa privada, especialmente a medida que muchos países en desarrollo y países comunistas se percataron de que los altos niveles de planificación e intervención gubernamental no producían los resultados de desarrollo esperados.


Entre los ejemplos más notables de esta tendencia están las amplias reformas económicas emprendidas por China desde finales de los años setenta, la pacífica disolución del comunismo en el bloque soviético de fines de los años ochenta y el arraigo y crecimiento estable de las reformas de mercado en la India democrática en los años noventa. La globalización también ha sido alentada por el progreso tecnológico, el cual está disminuyendo los costos de transporte y comunicaciones entre los países. El marcado descenso en el costo de las telecomunicaciones, y del procesamiento, el almacenamiento y la transmisión de la información, facilitan aún más la localización y el aprovechamiento de las oportunidades comerciales en todo el mundo, la coordinación de las operaciones en lugares dispersos, o la venta de servicios en línea que antes no podían comercializarse a nivel internacional.


Finalmente, dado estos antecedentes, quizá no sea sorprendente (aunque tampoco muy útil) que el término “globalización” se utilice a veces en un sentido económico mucho más amplio, como otra manera de referirse al capitalismo o a la economía de mercado. Cuando se utiliza con esta connotación, las preocupaciones manifestadas tienen que ver más con temas clave de la economía de mercado, como la producción por parte de empresas privadas y con fines de lucro, la frecuente reestructuración de los recursos según la oferta y la demanda y el impredecible y rápido cambio tecnológico. En este sentido, indudablemente que es importante analizar las fortalezas y las debilidades de la economía de mercado como tal, y comprender mejor las instituciones y las políticas necesarias para que ésta funcione de manera más eficaz. Además, las sociedades necesitan profundizar la reflexión sobre cómo manejar mejor las consecuencias que trae consigo el rápido cambio tecnológico. Sin embargo, poco se gana cuando se confunden estos factores diferentes (aunque relacionados) con la globalización económica en su significado medular, que es la ampliación de los lazos económicos a través de las fronteras.


Conclusión. La mejor forma de hacer frente a los cambios ocasionados por la integración internacional de los mercados de bienes, servicios y capitales, es ser francos y abiertos hacia ellos. Como se señala en esta serie de reseñas informativas, la globalización genera oportunidades, pero también ocasiona riesgos. A la vez que aprovechan las oportunidades de mayor crecimiento económico y el mejor nivel de vida que trae consigo una mayor apertura, las autoridades a cargo de formular políticas –en el ámbito internacional, nacional y local– también enfrentan el desafío de mitigar los riesgos para los pobres, vulnerables y marginados, y de aumentar la igualdad y la inclusión.


Aun cuando la pobreza disminuye en sentido general, pueden aparecer aumentos regionales o sectoriales sobre los cuales la sociedad tiene que actuar. Durante todo el siglo pasado, las fuerzas de la globalización desempeñaron su función entre aquellas que contribuyeron al enorme mejoramiento del bienestar humano, lo que incluye haber sacado de la pobreza a millones de personas. En su avance, estas fuerzas tienen la posibilidad de continuar proporcionando grandes beneficios a los pobres, pero el éxito seguirá dependiendo fundamentalmente de factores como la calidad de las políticas macroeconómicas generales, el funcionamiento de las instituciones –tanto en su carácter formal como informal– la actual estructura de activos, y los recursos disponibles, entre otros muchos factores. Para poder lograr aproximaciones justas y factibles a estas necesidades reales muy humanas, los gobiernos deben escuchar la voz de todos los ciudadanos.

 Fuente: Banco Mundial

Conferencia de Berlín


Para resolver el conflicto creado sobre la soberanía del Congo, Bismarck, que hasta entonces no se había interesado por el tema colonial, convoca una conferencia en Berlín, cuyos objetivos eran los siguientes:


  • Mantener la política de equilibrio europeo. El sistema de alianzas creado por la diplomacia de Bismarck con el objetivo de mantener la paz en Europa podría derrumbarse por las tensiones generadas en la expansión colonial. Se trataba, pues, de transferir el sistema de Bismarck a las colonias y que Alemania asumiese el mismo papel mediador que había realizado en el orden internacional.

  • Creación de un Imperio Colonial para Alemania. La falta de un imperio colonial era una traba importante para el desarrollo económico alemán; el cierre de los mercados europeos con el retorno al proteccionismo creaba dificultades y ahogaba el ritmo de crecimiento industrial. La posibilidad de obtener mercados potenciales sería, por tanto, un factor a considerar en la tardía incorporación de Alemania a la carrera imperialista.


La Conferencia de Berlín de 1885 reunió a representantes de 12 naciones europeas, además de una representación de Estados Unidos y Turquía para abordar el problema del Congo y establecer las líneas directrices del reparto de África, alejando de momento el riesgo de un conflicto militar de raíz imperialista. Los principios básicos establecidos en la conferencia fueron los siguientes:


  1. Reconocimiento de la Asociación Internacional Africana, como Estado Libre del Congo bajo la soberanía de Leopoldo II. El parlamento belga le autorizó a gobernar a título personal, aunque más tarde, se integraría en Bélgica. De esta manera el Valle del Congo con todos sus recursos potenciales se confería a una potencia de segundo orden; evitando de esta manera el enfrentamiento directo de franceses, ingleses y alemanes.

  1. Libertad de navegación por los ríos Níger y Congo, excluyendo su monopolio por ninguna potencia y facilitando el acceso y explotación del interior del continente.

 El punto más importante radicó en el reconocimiento de que el control de la costa no implicaba una ocupación efectiva del territorio. Hasta entonces había prevalecido la doctrina que establecía que la ocupación de la costa legalizaba la del interior, sin que fuera necesaria su ocupación inmediata. Esta doctrina desató una carrera colonial desde las zonas costeras al interior, con el fin de controlar la mayor parte de territorios posibles.


Así, prescindiendo de supuestos geográficos, históricos o jurídicos se legalizaba la ocupación efectiva de los territorios africanos. El carácter de la colonización se modificó: el imperialismo militar venció al imperialismo geográfico o económico. Las adquisiciones se multiplicaron y en 1890 África se encontraba totalmente repartida.


En los años siguientes a la Conferencia de Berlín se firman una serie de tratados que permiten efectuar lo que el periódico inglés "The Times" definió como el Scramble de África (el "revoltijo" de África). Gran Bretaña amplió sus dominios en el África Oriental (Uganda, Rhodesia, Bechuanalandia) y occidental (Nigeria); la explotación colonial se realizó primero a través de grandes compañías comerciales, y posteriormente, por el dominio directo de la metrópoli.


En la Conferencia de Berlín, Alemania obtuvo un imperio colonial: Togo, África del Sudoeste (Namibia) y el África Oriental Alemana (Tanzania). En África Oriental el expansionismo británico y alemán chocaron; por ello, ambos países tuvieron que suscribir el tratado de Heligoland (1890) que delimitó sus respectivas áreas de influencia. Así, el proyecto de Cecil Rhodes de crear un inmenso dominio en todo el África Oriental desde El Cairo a El Cabo ("imperio vertical"), unido por ferrocarril y líneas telegráficas, queda imposibilitado por la colonia alemana de Tanzania.


Francia consolida su dominio sobre la orilla derecha del Congo y con el Senegal forma el África Occidental Francesa. Fracasa, sin embargo, el proyecto de formar un Imperio "horizontal", uniendo el Atlántico con el Indico a través de Sudán. Es precisamente en Sudán donde se produce la más importante crisis colonial de fines del siglo XIX: el incidente de Fachoda (1898). Un ejército francés, dirigido por el general Marchand, avanza hacia el Sudán, al tiempo que un ejército británico, dirigido por Kitchener, desde Egipto. Ambos se encuentran en Fachoda. El ejército francés llega primero, pero su inferioridad militar le obliga a retirarse. El incidente de Fachoda generó un nuevo foco de conflicto franco-británico hasta la firma de la Entente Cordiale (1904), en virtud de la cual Francia reconocía el dominio británico en Egipto y Sudán a cambio de actuar libremente en Marruecos.


Panorama mundial en 1914

En 1914, la Comunidad Británica comprendía una cuarta parte de la superficie terrestre e incluía otro tanto de la humanidad. Gracias a su poderío naval, la Comunidad dominaba casi todos los mares, y debido a su carácter periférico, era crucial para el mantenimiento de toda su estructura económica y política. También poseía casi la mitad del tonelaje mundial de navíos comerciales. Semejante distribución territorial y demográfica de la Comunidad, combinado con su potencia naval y mercantil, la convirtió en uno de los vínculos principales entre los seis continentes. Para 1950, la Comunidad todavía era la única potencia en el mundo de índole completamente intercontinental.


En cualquier examen del escenario mundial en 1914, es necesario situar a la Comunidad Británica en el frente, por la sencilla razón de que entonces era el mayor y más obvio poder de alcance mundial. Representaba el resultado de mayor éxito de una fase de ya historia mundial, la cual ya tocaba a su fin: la expansión colonial de las potencias europeas. Semejante fase terminó con el reparto final de äfrica, cuando la Unión Sudafricana quedo bajo el dominio de la Comunidad Británica.


Historia Mundial de 1914 a 1968. David Thomson. Ed. FCE.