Para
resolver el conflicto creado
sobre la soberanía del
Congo, Bismarck, que hasta entonces no se había interesado por el tema
colonial, convoca una conferencia en
Berlín, cuyos objetivos eran los
siguientes:
- Mantener la política de equilibrio europeo. El sistema de alianzas creado por la diplomacia de
Bismarck con el objetivo de mantener la paz en Europa podría derrumbarse por las tensiones
generadas en la expansión colonial. Se trataba, pues, de transferir el sistema de Bismarck a las colonias y que Alemania
asumiese el mismo papel mediador que había realizado en el orden
internacional.
- Creación de un Imperio
Colonial para Alemania. La falta de un imperio colonial era una traba importante para el desarrollo económico alemán; el cierre de los
mercados europeos con el retorno al proteccionismo creaba dificultades y
ahogaba el ritmo de crecimiento industrial. La posibilidad de obtener
mercados potenciales sería, por tanto, un factor a considerar en la tardía
incorporación de Alemania a la carrera imperialista.
La Conferencia de Berlín
de 1885 reunió a representantes de 12 naciones europeas, además de una
representación de Estados Unidos y Turquía para abordar el problema del Congo y establecer las líneas
directrices del reparto de África, alejando de momento el riesgo de un conflicto militar
de raíz imperialista. Los principios básicos
establecidos en la conferencia fueron los siguientes:
- Reconocimiento de la Asociación
Internacional Africana, como Estado Libre del Congo bajo la soberanía de Leopoldo II. El
parlamento belga le autorizó a gobernar a título personal, aunque más tarde, se
integraría en Bélgica. De esta manera el Valle del Congo con todos sus recursos potenciales se confería a
una potencia de segundo orden;
evitando de esta manera el enfrentamiento directo de franceses, ingleses y
alemanes.
- Libertad de navegación por los
ríos Níger y Congo, excluyendo su monopolio por ninguna potencia y facilitando el acceso y
explotación del interior del continente.
El punto
más importante radicó en el reconocimiento de que el control de la costa no implicaba una
ocupación efectiva del territorio. Hasta entonces había prevalecido la doctrina
que establecía que la ocupación de la costa legalizaba la del interior, sin que
fuera necesaria su ocupación inmediata. Esta doctrina desató una carrera
colonial desde las zonas costeras al interior, con el fin de controlar la mayor
parte de territorios posibles.
Así,
prescindiendo de supuestos geográficos, históricos o jurídicos se legalizaba la
ocupación efectiva de los territorios africanos. El carácter de la colonización
se modificó: el imperialismo militar venció al imperialismo geográfico o
económico. Las adquisiciones se multiplicaron y en 1890 África se encontraba
totalmente repartida.
En los
años siguientes a la Conferencia de Berlín se firman una serie de tratados que
permiten efectuar lo que el periódico inglés "The Times" definió
como el Scramble de África (el "revoltijo" de África). Gran Bretaña
amplió sus dominios en el África Oriental (Uganda, Rhodesia, Bechuanalandia) y
occidental (Nigeria); la explotación colonial se realizó primero a través de
grandes compañías comerciales, y posteriormente, por el dominio directo de la
metrópoli.
En la
Conferencia de Berlín, Alemania obtuvo un imperio colonial: Togo, África del
Sudoeste (Namibia) y el África Oriental Alemana (Tanzania). En África Oriental
el expansionismo británico y alemán chocaron; por ello, ambos países tuvieron
que suscribir el tratado de Heligoland (1890) que delimitó sus respectivas
áreas de influencia. Así, el proyecto de Cecil
Rhodes de crear un inmenso dominio en todo el África Oriental desde El Cairo a
El Cabo ("imperio vertical"), unido por ferrocarril y líneas
telegráficas, queda imposibilitado por la colonia alemana de Tanzania.
Francia
consolida su dominio sobre la orilla derecha del Congo y con el Senegal forma
el África Occidental Francesa. Fracasa, sin embargo, el proyecto de formar
un Imperio "horizontal", uniendo el Atlántico con el Indico a través
de Sudán. Es precisamente en Sudán donde se produce la más importante crisis colonial
de fines del siglo XIX: el incidente de Fachoda (1898). Un ejército
francés, dirigido por el general Marchand, avanza hacia el Sudán, al tiempo que un ejército británico,
dirigido por Kitchener, desde Egipto. Ambos se encuentran en Fachoda. El
ejército francés llega primero, pero su inferioridad militar le obliga a
retirarse. El incidente de Fachoda generó un nuevo foco de conflicto
franco-británico hasta la firma de la Entente Cordiale (1904), en virtud de la
cual Francia reconocía el dominio británico en Egipto y Sudán a cambio de actuar libremente en
Marruecos.
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