viernes, 8 de abril de 2016

Las guerras del opio


A principios del siglo XIX, los comerciantes británicos, por medio de la East Indian Company, abastecieron a China del opio, una droga que fue consumida por la sociedad china causando adicción.


Para resolver este problema, el gobierno chino buscó suprimir el comercio de opio, por lo que en el año de 1839, confiscó todos los almacenes de opio ubicados en el puerto de Cantón, destruyendo mil trecientas toneladas de opio y se expulsó a los comerciantes ingleses (Mecchia, 2014).


Derivado de esa acción, los representantes de la East Indian Company, se quejaron ante la Corona Inglesa. El comercio que se tenía entre Inglaterra y China era controlado por esta compañía, la cual le vendía al país asiático algodón, opio y especias y obtenía de éste té. El consumo de té por parte de Inglaterra era mayor al consumo de productos ingleses por parte de China, obteniendo éste un superávit de $26’000,000.00, durante la primera década del siglo XIX (Celaya, Valdez, & Ochoa, 2010).


Por consiguiente, la Corona Británica aprovecho el incidente para enviar a sus tropas, con el objeto de obligar a China a pagar indemnización a Inglaterra, abrirse al comercio, abrir puertos al comercio, entre otras cosas.




Los ingleses vencieron en el conflicto, obligando a China a firmar el tratado de Nanjing, el 29 de agosto de 1842, así como un tratado complementario, el 8 de octubre de 1843, ambos contemplaron el pago de una indemnización por parte de los chinos, por la cantidad de 21 millones de dólares, la cesión de cinco puertos para el comercio y la residencia de británicos en los mismos, fuero para los ciudadanos ingleses en China, con el objeto de ser juzgados únicamente en cortes británicas, y el control de Inglaterra sobre Hong Kong.

Segunda guerra del opio.



En octubre de 1856, un buque contrabandista británico el “Arrow”, fue detenido por los chinos cerca de Cantón, lo que sirvió de pretexto a los ingleses de enviar nuevamente buques de guerra a China. Lo anterior, derivado a que en Inglaterra se vivía en esa época, una crisis económica, por lo que los empresarios presionaban al gobierno inglés a aumentar su penetración en China (S.G.M., 2010).


Posteriormente, varios buques británicos de guerra, procedentes de Hong Kong, aparecieron en Cantón, bombardeando la ciudad, en la que subsecuentemente desembarco una fuerza de 5000 hombres. En la batalla callejera, fueron incendiadas propiedades británicas y francesas, aprovechando Francia la muerte de un misionero francés  para aliarse con los británicos y atacar a China.


Derivado de este conflicto, y con el objetivo de evitar que las fuerzas extranjeras avanzaran sobre Pekín, se negoció el Tratado de Tianjin, en el cual se abrieron nuevos puertos al comercio, se permitió la residencia de emisarios extranjeros en Pekín, se dio libertad de movimientos a los misioneros cristianos y se permitieron los viajes al interior. Sin embargo el rechazo chino a ratificar este tratado, llevó a un ataque anglo-francés a Pekín y el incendio del Palacio de Verano, hasta que en 1860 se firmó la Convención de Pekín, por la cual los chinos se comprometían a acatar el tratado de 1858.


Asimismo, China se comprometía a pagar una enorme indemnización y que la península de Kowloon, frente a Hong Kong, fuera cedida a Gran Bretaña (S.G.M., 2010).


Este conflicto y su resolución a favor de la potencia imperialista británica, facilitaron la irrupción en el escenario de otras potencias como Estados Unidos, Francia y Rusia que forzaron a China a firmar  diversos convenios que recibieron la denominación de “Tratados Desiguales”. Como consecuencia de ellos, en 1860 China se vio apremiada a abrir otros once puertos al comercio exterior, entre otras cosas.



Las Guerra del Opio destruyeron las viejas formas de vida y economía del sur de China, de tal manera que ocurrieron varias rebeliones de campesinos alrededor de 1840, hasta llegar a la Rebelión de los Taiping, la mayor revuelta en la historia de China. El líder de los Taiping era Hung Hsiu-ch’uan, originario de una villa cerca de Cantón, que se creía elegido por Dios para salvar al mundo, adoptando una confusa interpretación del cristianismo como su doctrina guía para destronar a los Manchúes y cambiar a la sociedad. La combinación de fervor religioso y los sentimientos anti-Manchú atrajeron a más de 30,000 seguidores en poco tiempo, con los que en 1852 se proclamó el T’ai-p’ing T’ienkuo (El Celestial Reino de la Gran Paz), y en 1853 tomaron la ciudad de Nanjing y la convirtieron en su capital.


En el mismo período surgieron otras revueltas, como la Rebelión Nien en el noreste y las rebeliones musulmanas en el suroeste y el noroeste, por lo que ante el temor que se unieran los rebeldes y se apoderaran de China, el gobierno Ch’ing creó ejércitos regionales compuestos totalmente por chinos y bajo el mando de chinos de la nobleza erudita. Los comandantes de las nuevas fuerzas, totalmente leales a la dinastía – Tseng Kuo-fan, Tso Tsung-t’ang y Li Hung-chang – acabaron con los rebeldes con el apoyo de armas y asesoría occidentales, y aniquilaron a los Taiping en 1864, a los Nien en 1868, y a los musulmanes en 1873.






A pesar de haber sido suprimidas las rebeliones sociales, el país seguía siendo víctima de violencia por parte de las potencias extranjeras, un claro ejemplo fueron los siguientes acontecimientos:

·         Masacre de Tianjin por parte de tropas francesas en 1870.
·         Crisis con Rusia
·         Guerra Chino-Francesa de 1884 a 1885
·         Guerra Chino-Japonesa de 1894 a 1895


Las reformas impulsadas por el gobierno imperial fueron insuficientes y tardías, ya que se requería un cambio radical y la idea de destronar a los Manchúes fue planteada por Liang Ch’i-ch’ao en su concepto de sin min (gente nueva). A través de una revista publicada en Japón, donde había huido después de los Cien Días, Liang convocó a los chinos a renovarse, y a considerarse como ajenos la gobernante dinastía Manchú y aunque no aconsejaba destronar a la dinastía, su mensaje fue adoptado rápidamente por líderes más radicales que ya estaban encaminándose hacia la revolución.


Uno de estos líderes fue Sun Yat-sen, hoy reconocido como el padre de la moderna China tanto por Nacionalistas como por los comunistas, y que provenía de una familia campesina de las cercanías de Cantón, el tradicional baluarte de los rebeldes anti-Manchúes. Sun tuvo una educación tradicional china durante sus primeros años, se educó en Hawai convertido al cristianismo, y por un corto tiempo siguió una carrera como médico, antes de dedicarse a la política e intentar proponer un programa de reformas a Li Hung-chang en 1894. Después de formar una sociedad revolucionaria secreta y planear un fracasado levantamiento en Cantón en 1894, Sun inició un largo período de exilio fuera de China, obteniendo un gran reconocimiento como líder revolucionario en 1896, cuando fue arrestado en la legación china en Londres y posteriormente rescatado, lo cual fue publicitado con tintes sensacionalistas en los diarios.


En 1905, se reunieron en Japón varios grupos revolucionarios y formaron la Sociedad de la Alianza Revolucionaria, con un programa consistente en los hoy famosos Tres Principios Populares: Nacionalismo, librando China de todo control extranjero; Democracia, destronando a los Manchúes y estableciendo un sistema político democrático y el Apoyo Popular. Aunque el propio Sun no podía residir en China, los miembros de la alianza se infiltraron en muchas organizaciones sociales y el espíritu revolucionario proclamado por Sun tuvo gran aceptación especialmente entre los estudiantes y soldados.




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